El acto de coser es un proceso de
reparación emocional.

Louise Bourgeois

Las primeras muñecas que recuerdo me miraban desde una vitrina en casa de mi abuela materna. Hechos a mano por mi tía abuela Paulina, fueron un auténtico muestrario de técnicas y materiales. Hoy forman parte de mi colección -en proceso de catalogarse-, y anclaron claramente mi mirada atenta sobre ellas y sus universos. Desde 2013 los creo como una forma de (re)hacerme y también invito a los pacientes -en procesos individuales y grupales- a beneficiarse de su medicina. Trabajar con ellos es el destino inevitable de mi exploración con los textiles. Las muñecas, como las de la infancia, son siempre buenos espejos y amables interlocutoras; Hay poco que no podamos escuchar gracias a su guía.

Junto a ellos he explorado sus casas y objetos en miniatura, escenarios ideales para hacer conscientes nuestras narrativas y mapear nuestros futuros. Utilizo las muñecas y sus casitas como recurso expresivo y transformador, amplificador de lo que nos atraviesa y necesita ser abordado. Hasta marzo de 2020 lo hizo únicamente en encuentros presenciales; A partir de ese momento, y de la mano de “Muñecas en Tiempos Difíciles” (grupo que creé con el objetivo de contribuir a la tramitación colectiva de lo que nos trajo la pandemia), se inauguraron en la virtualidad mis prácticas grupales de arteterapia. Actualmente coordino el grupo «Muñecas Viajeras», en el que 12 mujeres de Argentina y Uruguay crean una muñeca con la idea de activar un poder personal e intervinimos una a una de todas las compañeras.