Skip to main content

A mí tía abuela María Paulina le decían Muñeca, ya desde chiquita. Ese nombre ofició de estrella, y años después la acompañó mientras creaba un universo de muñecas para sus sobrinos. No hubo material que se le resistiera: las hizo de papel, de tela, de cuero, de alambre, con partes de porcelana y hasta con cara de manzana deshidratada. Sus manos hablaron muchos idiomas y hoy vive en tesoros varios que mi madrina Ana -la niña de la foto-, guardó y me regaló. Siempre sentí una conexión con ella, inexplicable, si bien no la conocí personalmente. De niña podía pasar horas mirando su foto. Un día, ya a mis 42, empecé yo también a hacer muñecas. Entonces, entendí. Más tarde o más temprano, todas llegamos a nuestro hogar. Ese, el que ya está ahí.

Fotografía de María Paulina junto a mi padre Juan y mi madrina Ana, alrededor de 1955, en el patio interior de la casa del tío Carlos.